I
Si seguimos así, los niños del futuro en Venezuela ya no podrán jugar a policías y ladrones. Porque en nuestro presente han aprendido que los policías pueden ser al mismo tiempo los ladrones. Que ya no son figuras distintas. Una que poner orden y otra que atenta contra él. Porque en el socialismo del siglo XXI ladrón y policía han quedado fundidos para siempre. Hasta nuevo aviso. Como si fuesen andróginos. O un dios Jano, con sus dos caras. O mejor, más simple, digamos que es una sola cara que tiene gorra de autoridad y antifaz de delincuente.
Seguramente hay excepciones. Muchas. Pero no en las policías que se han encargado de reprimir, asesinar, torturar, perseguir y robar a los miles de venezolanos que han sido reprimidos, asesinados, torturados, perseguidos y robados por la Guardia Nacional, el Sebin, la Policía Nacional Bolivariana, el Cicpc y los colectivos nazi fascistas al servicio del gobierno.
Los niños del futuro seguramente comenzaran a oficiar un nuevo juego. El del policía se persigue a sí mismo.
II.
En estos casi tres meses de rebelión popular contra el gobierno de facto los venezolanos lo hemos visto todo. O casi todo. Tenemos el corazón arrugado. El dolor a flor de piel. Las lágrimas siempre a punto. Tratamos de mantener a raya la ira, la impotencia, la sed de justicia. Si no lo hacemos no convertiríamos en uno de ellos. Bestias hambrientas de sangre y venganza. En seres que desconocen la piedad y la capacidad de discernir entre el bien y el mal. Lo digno y lo indigno.
El chavismo degenerado en madurismo ha logrado una poción atroz. Mezclar las técnicas de represión nazi fascista, con las estrategias persecutorias de las dictaduras militares del Cono Sur en los años 70 del siglo XX, la retóricas de desprecio a los disidentes propios del comunismo cubano y el desprestigio a los creadores de opinión de la Stasi. Un coctel amoral. Depravado. Quien lo ingiere lleva en una mano la Constitución, que ya decidió está caduca. En la otra una pistola.
III.
Lo ocurrido el martes 13 en los edificios conocidos como los Verdes, en la urbanización El Paraíso, quedará en la memoria de quienes lo padecieron y quienes lo sufrimos desde lejos, como la obra más sublime, significativa, definitoria y representativa de la ética de la degeneración del chavismo.
Que una complejo habitacional, donde se congregan 2.220 familias, donde habitan unas 5.000 personas en total, haya sido invadido con tanquetas que tumbaron sus puertas y más de 200 hombres portando armas de guerra, que disparaban a las cerraduras de quienes no atinaban a abrir la puertas de sus apartamentos, y desfiguraban a tiros la carita de los perritos, sólo para buscar unos manifestantes que allí se refugiaban, es verdaderamente despreciable.
Ya los polis rojos, para divertirse, no solo matan gente. También matan perros. Están permanentemente ebrios de su propia adrenalina. El sufrimiento humano de los otros puede ser una forma suprema, casi erótica, del placer. “Te das cuenta escuálido cabrón que te puedo meter un tiro si me da la gana y no pasa nada, que como dice el embajador Chaderton un tiro en el cerebro de un escuálido no suena igual, porque es un cerebro vacío”.
IV.
Marcy Rangel, periodista, autora de excelentes crónicas, fue mi alumna en el posgrado de Políticas Culturales de la UCV. Ella estaba allí. En los Verdes. No se lo contaron. Desde que lo supimos la hemos acompañado en su dolor. En Prodavinci escribió: “Los tweets de Vladimir Padrino confirmaban 23 jóvenes detenidos, mientras (los policías) seguían robando celulares, dinero, tabletas, computadoras en algunos apartamentos. Destrozaron las puertas de las escaleras de emergencia con disparos, desencajaron las puertas de varios de los ascensores, el techo de las áreas comunes, las cámaras de seguridad y la bomba que racionaba el agua”.
Marcy se despide así: “La zozobra suena en los grillos que arropan la noche, en la tos que expulsa los restos del gas acumulado en el día, en la valeriana que intenta calmar los nervios, en los tweets de quienes se preguntan qué puede venir ahora.
En las lágrimas/ Un perro ladra de vez en cuando y alguna puerta se cierra con el golpe de un ventarrón/¿Podrían ser ellos? /Pueden volver/ Pueden volver.”