Los venezolanos demócratas y la amenaza Petro.

Leer en otro formato.

Es la pregunta que con reiterada frecuencia nos hacen, con temor, los venezolanos demócratas a quienes vivimos en Colombia. Había tratado de no opinar sobre el tema. Primero, porque desde que vivo en Colombia he comprendido que es esta una de las naciones políticamente más complejas y difíciles de entender y explicar de toda América Latina. Y, segundo, porque los venezolanos demócratas, víctimas como somos del abuso de poder de la alianza entre militares golpistas ­asociados al narcotráfico y civiles de ultraizquierda manejados por Cuba, tenemos la propensión a interpretar la política de los vecinos suramericanos desde el dilema chavismo-antichavismo, lo que en muchos casos nos hace simplificar su realidad.

Pero ante la presión que recibo constantemente, me atrevo a traicionar el silencio y ofrecer algunas opiniones titubeantes sobre lo que acá puede ocurrir. Lo primero que debemos decir es que sí, que efectivamente existe en Colombia el temor a que Gustavo Petro, un exguerrillero del M19, de temperamento pugnaz y agresivo, representante del polo más izquierdista de los candidatos presidenciales, pueda ganar las elecciones. Hasta el presente, en todos los sondeos de opinión aparece como el que acumula mayor intención de voto a su favor.

Pero, a contracorriente de lo anterior, también  se debe subrayar que Petro es el candidato que mayor rechazo suscita y que, precisamente por el temor que genera no solo entre las élites económicas podría suceder –aunque  aún no hay indicios suficientes – que se produzca una alianza en su contra capaz de reunir en un solo bloque a la derecha, que en Colombia tiene un peso electoral considerable, y a las fuerzas de centro en donde conviven diversas figuras también de peso.  

Igualmente debo recordar que en Colombia hay una variable particular: la fuerte polarización en torno a la figura de Álvaro Uribe quien sigue siendo un actor de peso decisivo en la vida política nacional. Es una relación pasional. Frente a él no hay tintas medias. O se le ama y admira en extremo, casi que como a un salvador de la patria. O se le odia sin límites, como a un violador de derechos humanos. Lo que implica que el anti uribismo podría incidir en un voto hacia a Petro incluso entre quienes le temen.

La segunda pregunta que suelen hacernos es: “Y si gana Petro,  “¿Colombia estaría condenada a la misma catástrofe en la que el chavismo sumió a Venezuela?”. Esta es aún mas  más difícil de responder. Porque hay varias cosas que diferencian a Petro de Hugo Chávez y de Maduro, y muchas a la cultura política y la estructura institucional de Colombia con la de Venezuela.

El chavismo ocurrió por seis factores que confluyeron: una tradición militarista de siglos, una tradición estatista fuerte, un mundo privado relativamente débil, un liderazgo descomunalmente mesiánico, un suicidio de AD y COPEI y el sistema de partidos que había fundado la democracia y la intromisión abierta de Fidel y Cuba.

En Colombia, en cambio,  no existe una tradición militarista como la venezolana donde los presidentes civiles han sido una excepción de apenas 40 y pocos mas años en toda su vida republicana. Tampoco depende Colombia de  una economía petrolera y el Estado no ha sido como en Venezuela absolutamente más poderoso que el resto de la sociedad. El mundo privado colombiano es lo suficientemente fuerte como para generar más empleo y riqueza que el Estado. Y al no ser una economía mono productora no está sometida a los vaivenes de un solo rubro dominante en el ingreso de divisas monopolio de los gobiernos como en el caso venezolano.

Gustavo Petro tampoco es un líder carismático, en el sentido weberiano del término, capaz de seducir hasta la irracionalidad integrista a sus seguidores, como sí lo era Chávez. Un fenómeno telúrico solo comparable a  Gaitán, a Evita y Juan Domingo Perón o a los propios Hitler y Mussolini.

Y por último, a lo que le doy mucho peso, independientemente de sus deformaciones, que sin duda las tiene, en Colombia existe una institucionalidad jurídica y un papel activo del parlamento, que en Venezuela fue sacrificado en el momento cuando la Corte Suprema de Justicia destituyó en 1993 al presidente Carlos Andrés Pérez con anuencia del Congreso Nacional hiriendo de muerte para siempre, antes de la llegada del chavismo, al sistema de justicia.

Así que probablemente haya en Colombia más posibilidades de resistencia al intento de imponer un régimen presidencialista, tiránico, estatista, perseguidor de la oposición, pleno de presos políticos, que sacrifique la libertad de prensa, acabe con la autonomía de poderes y destruya el sistema productivo tal y como ocurrió en Venezuela con el “socialismo del siglo XXI”. Sin embargo, la respuesta a lo que en realidad quiera y pueda hacer Petro, dependerá de la capacidad institucional y política de la sociedad colombiana con formación democrática. Y ambas cosas, el proyecto Petro, en caso de que ganara, y hasta donde le permitirá llegar la sociedad política y la sociedad civil colombiana es hasta ahora un enigma.

Hay que recordar que el modelo chavista, el llamado socialismo del siglo XXI, es decir el control totalitario del poder, que no permite la alternancia de gobierno, y ha hecho huir de su país a casi el 20% de su población, solo ha existido en Venezuela. Ni siquiera ocurre en Nicaragua, que se le parece en lo represivo pero se trata de un régimen de cohabitación con la extrema derecha, un fuerte sector del empresariado y la jerarquía eclesiástica conservadora.

Los gobiernos del PT en Brasil, la izquierda chilena y la uruguaya, también Correa en el Ecuador y los peronistas en Argentina, en sus momento han aceptado sus derrotas políticas, han permitido la alternancia, y no hay siete millones de brasileños, ecuatorianos o argentinos, deambulando por el mundo en busca de una segunda oportunidad.

Pero los temores de los colombianos no petristas son absolutamente validos. Todos sus rasgos y frases sugieren que Petro está afiliado a esa internacional del populismo de izquierda y de derecha que viene minando la democracia en América. Su personalidad autoritaria, afín a los perfiles de Maduro y Chávez, de Bolsonaro y Trump, Bukele y Daniel Ortega, sus obvias conexiones –aunque trate de ocultarlas– con el chavismo y con el comunismo cubano, sus vínculos con el Foro de Sao Paulo y con el Grupo de Puebla, con PODEMOS, Zapatero y Pablo Iglesias, hacen temer por las acciones anti- democráticas y anti-economía de mercado que un gobierno suyo podría emprender.

El drama de Colombia es que la narrativa de Petro, centrada en el reclamo por mayor equidad y justicia social,  tiene un sustento real como respuesta a las grandes inequidades que marcan la sociedad colombiana. Una narrativa que atrae seductoramente incluso a jóvenes de la clases medias y altas universitarias. La derecha y el centro tiene un discurso sensato, pero no emocionante. Una argumentación  racional, pero no exultante. En una época en la que los electores simplificados a emociones básicas por el efecto de las redes sociales quieren promesas, no realidades; ofertas de movimiento acelerado, no paso a paso responsables; una narrativa sin épica de cambio acelerado, solo conservadora del status quo, como se decía en los años 1960,  pareciera  siempre en desventaja.  

Después de hojear el libro de Petro, Una vida, muchas vidas, y de escuchar las confesiones  de Alonso Lucio, un brillante analista, ex militante del M19, que demuestra con propiedad la pulsión mitómana y las mentiras alevosa del candidato de Colombia Humana, se puede concluir que sí, que Colombia corre los riesgos de un laberinto oscuro si Petro llega a gobernar.

Igual es un enigma. Si las élites políticas democráticas de este país, Colombia, con el que me siento comprometido, no entienden que el dilema crucial del presente en América Latina no es entre izquierda y derecha sino entre demócratas y totalitarios: entre populistas demagogos y estadistas responsables. Y si no comprenden que el MAS volvió a ganar en Bolivia porque la oposición fue dividida, como está dividida en Nicaragua y Venezuela. Y si no procesan que tienen en el país de al lado, en Venezuela, una amenaza –la de un gobierno que le da vida a la disidencia de las FARC, al ELN, Al Qaeda, los carteles del narcotráfico más el enclave militar de Rusia–, y que Petro ha prometido la apertura de relaciones con Venezuela lo que sería una amenaza para la seguridad no solo de Colombia sino de los exiliados políticos que aquí residimos, si no actúan a tiempo y unitariamente, entonces la amenaza se puede concretar.  Y si gana Petro,–es lo que sigue a continuación­– “¿Colombia estaría condenada a la misma catástrofe en la que el chavismo sumió a Venezuela?”.

Pero, para ser honesto con los venezolanos que me interrogan, créanme que todo lo que estoy diciendo es especulativo. En el caso del futuro inmediato de Colombia prefiero recurrir a aquella frase usada  en los pueblos andinos venezolanos: “Lo más seguro es que quién sabe”.

Suscribirse
Notificar de
guest
0 Comments
Más antiguo
Lo mas nuevo Más votado
Comentarios en línea
Ver todos los comentarios