De un lado, los perseguidores. Listos para actuar: con las mordazas siempre preparadas entre manos. Del otro, los perseguidos. Resistiendo no siempre con éxito. Tratando de impedir que acallen sus voces.
En un carril, los directores, periodistas, fotógrafos y diseñadores gráficos que en estos veinte años de oscurantismo han actuado como operadores, censores o delatores, de –lo que uno de sus más puros ejemplares, un ministro de comunicaciones llamado Andrés Izarra, llamó en una inolvidable rueda de prensa– la “nueva hegemonía comunicacional”.
En el otro carril, los censurados. Los periodistas, fotógrafos, diseñadores gráficos, directivos, empresarios de medios, que han sido protagonistas de uno de los procesos de resistencia política, profesional y ética más intensa, valiente, comprometida y, a la vez, innovadora, que se recuerde en la historia del periodismo latinoamericano.
Un periodismo que por décadas ha vivido las más cruentas persecuciones por parte de dictaduras militares de derecha y de izquierda; estatismos como el cubano comunista o el cívico militar de Fujimori; u organizaciones del narcotráfico, paramilitares, guerrillas y otras formas del crimen organizado, que han recurrido desde al chantaje hasta el asesinato para silenciar sus voces.
Así tendrá que contarse, sin medias tintas, la batalla entre el pensamiento único y los derechos a la comunicación, ocurrida durante las dos décadas de tiranía chavista. Será una historia en blanco y negro. No porque quienes sobrevivan al régimen –y yo espero contarme entre ellos– vamos a intentar simplificarla. Sino porque así ocurrió. Y de esa manera tenemos la obligación de transmitirla a las generaciones que nos releven en el tiempo. Para que no vuelva a suceder.
En blanco: Radio Caracas Televisión (RCTV) levanta la voz y es clausurada. Año 2007. Hugo Chávez la mata. En negro: Venevisión y Televen hacen el silencio que el régimen exige. Globovisión es comprada por un capital dudoso y convertida en eunuco comunicacional. Las tres plantas quedan vivas. El chavismo les perdona la vida.
En negro: De los diarios fundacionales de la democracia, El Nacional se niega también a la mordaza. El régimen saca la pistola, el diario hoy solo existe como reporte digital. Sus directivos sobreviven en el exilio.
En blanco: El Universal y Últimas Noticias son comprados por empresarios privados y convertidos en voceros del gobierno. Ya no hacen periodismo, es verdad, son aparatos proselitistas del régimen, pero siguen con vida impresa. Vidas perdonadas también.
En blanco: En la era democrática los más importantes programas de opinión de la televisión pública se llaman “Las cosas más sencillas”, conducido por Aquiles Nazoa, poeta; “Contratema”, por Adriano González León, novelista, Premio Seix Barral; y “Valores humanos”, por Arturo Uslar Pietri, un intelectual complejo, premio Príncipe de Asturias 1990.
En negro: en el militarismo del siglo XXI los programas de opinión del prime time de la televisión pública se llaman “La hojilla”, conducido por Mario Silva, de oficio desconocido; “Con el mazo dando”, por Diosdado Cabello, un militar acusado internacionalmente por narcotráfico; y “La talanquera”, por Aristóbulo Istúriz, dirigente político, primero de Acción Democrática (AD), luego del Movimiento Electoral del Pueblo (MEP), más tarde de La Causa Revolucionaria (La Causa R), después de Patria Para Todos (PPT), y por ahora del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV). Alguna vez maestro. Alguna vez dirigente gremial. Alguna vez demócrata.
En blanco: los académicos investigadores de la comunicación que se enfrentan al régimen son, entre otros muchos, Antonio Pasquali, fundador de la Teoría Crítica de la Comunicación en los años 1960; Marcelino Bisbal, ex director de la Escuela de Comunicación Social de la UCV, autor y compilador de más de treinta títulos de estudios comunicacionales; y Gloria Cuenca, profesora titular de la UCV y creadora de los estudios modernos de Ética periodística, quien firma en octubre de 2019 su más reciente libro titulado “Dimensiones de la comunicación y el periodismo”.
Negro: los “pensadores” que han defendido las teorías comunicacionales del régimen rojo son, en cambio, el ya mencionado Andrés Izarra, William Castillo y Ernesto Villegas. Los tres han intercambiado cargos de ministros de Comunicaciones, directores de la Comisión Nacional de Telecomunicaciones (Conatel), el aparto censor del gobierno. Los textos más importantes que han firmado, uno de ellos o los tres, Ley de Responsabilidad Social en Radio, Televisión y Medios Electrónicos, conocida como Ley Resorte, y varias órdenes de cierre o multas a canales y programas de radio y televisoras venezolanas.
Para no seguir en blanco y negro. Del primer bando, el de los operadores del régimen, trato de no olvidar jamás la imagen de Esso Álvarez, un portátil fotógrafo venezolano, ayudando a un Guardia Nacional a borrar las imágenes que otro fotógrafo del diario Última Noticias (UN) –Carlos Palacios, lo recuerdo– recién había tomado del maltrato policial a una mujer en las inmediaciones del Panteón Nacional.
Por entonces, año 2005, la Cadena Capriles tenía su sede en el centro de Caracas. Álvarez era jefe de Fotografía del diario. Palacios hizo las tomas desde las oficinas de la redacción. Los Guardias Nacionales lo descubren. Entonces, el agente que, halando a la mujer por la cabellera, la había lanzado al piso y luego pateado, sube. Entra, literalmente por la fuerza, a las oficinas del diario. Exige que se borren las fotografías. El fotógrafo no accede, pero el jefe, Esso, sí. Luego corre el rumor de que Esso Álvarez es lo que en argot oficial se conoce como un “patriota cooperante”. Las salas de redacción del periodismo independientes ya han sido infiltradas por funcionarios del poder rojo.
De los segundos, de los periodistas amenazados, trato también de guardar en mi memoria otros momentos. Pero más gratos y nobles. Por ejemplo, en medio del Festival García Márquez de Periodismo, en Medellín, octubre de 2018, tuve la suerte de ser testigo de la presencia protagónica del periodismo venezolano de resistencia.
Escuché a Joseph Poliszuk, recién escapado a Colombia, contar cómo hicieron, con el equipo del portal Armando.info, la investigación sobre el caso de la corrupción de las bolsas CLAP, protagonizado por Nicolás Maduro y su testaferro, el empresario barranquillero Alex Saab, hoy detenido en Cabo Verde.
También escuché a Albor Rodríguez, Ronna Rísquez y César Batiz contar sus experiencias al frente de, respectivamente, La Vida de Nos, Insight Crimey El Pitazo. Modelos a seguir de un periodismo renovado por la iniciativa de los propios periodistas haciendo a un mismo tiempo de emprendedores, gerentes y productores de contenidos.
Ya en el acto de clausura, aplaudí entusiasmado cuando el Premio Especial Gabo de Cobertura fue compartido entre la colombiana Ginna Morelo y la venezolana Lisseth Boon, de El Tiempo y Efecto Cocuyo, respectivamente, por un reportaje memorable sobre una experiencia familiar de migración venezolana.
Confieso que, como hizo Esso Álvarez con las fotos de Palacios, me gustaría borrar de mi memoria los recuerdos tristes de la persecución chavista. Quedarme solo con los felices del periodismo venezolano digno. Pero como dice la poeta Ana Blandiana, directora del Memorial de las Víctimas del Comunismo Rumano y la Resistencia: “Cuando la justicia no logra convertirse en memoria, la memoria por sí sola logra ser una forma de justicia”. ¡En su día, brindo por el buen periodismo! Aunque los rojos lo escupan.–